Cuando nace tu bebé piensas que su crianza y educación va a ser algo más fácil pero según van creciendo, la situación se va complicando. Comienza a llevarte la contraria, a llorar sin motivo aparente, a gritar, a desobedecer, a retarte, y pronto te quedas sin saber qué hacer y te sientes frustrada, agobiada y empiezas a recurrir a los viejos métodos conocidos: gritar, castigar, reñir, amenazar, para intentar que te haga caso.
De esta manera, algunas veces consigues lo que quieres, pero no dura mucho y al rato el conflicto estalla de nuevo. Tu hijo cada vez se siente peor y sientes cómo os vais distanciando por momentos.
Al llegar la noche y verles dormir relajados, te preguntas: “¿habré sido muy dura? ¿les estaré educando bien?”.
Sin embargo, al día siguiente todo sigue igual y la situación se vuelve a repetir y la culpa por no estar encontrando una solución te mantiene a la defensiva nuevamente y te sientes en un bucle sin salida.